Totalmente embriagados con la emoción de emprender una nueva misión espacial destinada a dar esperanza, el equipo inmerso en una adrenalina colectiva comenzó el proceso de dispersión de sondas por el sistema solar.
Fundamento de la tecnología de desplazamiento

La tecnología de desplazamiento relativamente nueva, ya estaba dando sus primeros resultados satisfactorios.
Gracias al entendimiento y al desarrollo de las teorías que Einstein dejó como legado y patrimonio, la cúspide científica había conseguido desarrollar la posibilidad de viajar de un punto A a un punto B, de forma prácticamente instantánea mediante un agujero de gusano.
La teoría de relatividad especial de Einstein con la cual se pudieron comprender los comportamientos de los taquiones y del mecanismo de Higgs, dio paso al desarrollo empírico y factible de la teoría de cuerdas, donde los taquiones permiten estados tanto de materia como ondulatorios.
Mediante una compleja ecuación, un superordenador cuántico fabricado y mejorado para esta misión, lograría realizar los cálculos exactos para poder viajar desde la tierra a cualquier otro lugar del sistema solar, con precisiones de tolerancias nanométricas. De esta manera, el envío de sondas a lugares potencialmente dotados de presencia de oro, fue una tarea emocionante de llevar a cabo.
Exploración del sistema solar

Fueron centenares los lugares analizados de los rincones más inhóspitos de nuestro sistema planetario. Un gran número de astros, tanto satélites, asteroides y planetas fueron víctimas de órbitas intencionadas de nuestras sondas de detección.
Paralelamente al descubrimiento de oro presente en la mayoría de planetas de nuestro sistema solar, también fueron descartados otros destinos, donde nuestros equipos de rastreo nos enviaban datos del analisis oro-métrico con resultados negativos o presencias del mineral en muy bajas concentraciones.
Así mismo, otro gran número de sondas fueron pérdidas en el cosmos. Todavía en causas desconocidas, algunos imputan los motivos a errores en la supercomputadora cuántica y otros a fenómenos todavía inexplicables para nosotros, interferencias cósmicas en las señales de control o incluso hipótesis de viajes en el tiempo a través de los agujeros de gusanos, cuyas técnicas de desplazamientos todavía eran jóvenes y sin experiencia consolidada.
Los candidatos para el destino de la misión
Los primeros resultados analizados vinieron de Mercurio, el planeta más cercano al Sol. A pesar de su pequeño tamaño, el alto calor generaba en sus suelos oro y otros metales muy densos poco comunes y excepcionales cristales. No obstante, las altas temperaturas provocaban inviabilidad de trabajo en él.

Marte, señalado desde el principio de la misión como el planeta con mayor esperanza para hallar el oro tan deseado, generó una auténtica frustración al obtener solamente resultados negativos. Debido a la incredulidad del equipo científico ante la imposibilidad de encontrar el mineral en su superfície, llegaron a enviarse hasta 3 de los equipos de rastreo sumamente sofisticados. La conclusión final y determinista fue que obligatoriamente debía presentar formas del mineral en estado sólido, pero sin duda, debían encontrarse en profundidades inalcanzables para nuestras herramientas de detección y por tanto, se descartó totalmente cualquier misión tripulada.

El cinturón de asteroides también fue protagonista de nuestros análisis geofísicos en busca de oro. Para la sorpresa de muchos, varias sondas detectaron altas concentraciones de oro en las superficies de dichos fragmentos. Los magníficos resultados positivos, provocaban fuertes tentaciones a abrir paso a misiones tripuladas. Sin descartar inicialmente las opciones de comienzo de excavaciones y extracciones del oro en alguno de ellos, esta idea quedó obsoleta ante la dificultad de maniobrabilidad en el descenso y operación aterreizaje en las superfícies. Para más sustentación al descarte como destino, poco después hubo causa justificada de aborto, ante el aviso de descubrimiento de oro en otros lugares que describiremos a continuación.
Júpiter posee una atmósfera de gas. Detrás de la primera capa de gas aparece una segunda formación líquida. En Júpiter fueron necesarias una docena de sondas para hallar el oro. Los primeros equipos de rastreo no duraban mucho en funcionamiento y en poco tiempo dejaban de emitir las señales informativas tan deseadas de recibir. Las violentas tormentas en su atmósfera provocaban daños irreversibles en los equipos, eliminando completamente el rastro de los mismos. Las pocas sondas que llegaron a penetrar su densa y peligrosa atmósfera, alcanzaron las entrañas del coloso y pudieron aportar indicadores positivos de grandes cantidades de oro presentes en su superficie rocosa y fría, provista de grandes galerías y cavidades internas con enormes espacios subterráneos.
Los excelentes resultados en cuanto a presencia de oro en júpiter, condujeron al equipo científico y astrónomo a interesarse por sus satélites, ya que se podía deducir fácilmente, que el conjunto del planeta y sus lunas emana de un mismo origen y comparten un mismo tiempo de formación, con lo que la probabilidad de hallar oro también en sus lunas gana peso y fundamento.
Los principales satélites de júpiter son muy diferentes entre sí.
Ío, es un mundo volcánico con una renovación constante de su superficie y provisto de temperaturas no extremas, gracias al calor generado por las mareas que provocan Júpiter y Europa.
Europa, un mundo helado pero dotado de atmósfera y con presencia de océanos en estado líquido y con altas probabilidades a albergar vida.
Ganímedes, el satélite más grande de todo el sistema solar, compuesto por un núcleo de hierro cubierto de una corteza rocosa y de hielo.
Calisto, sin a penas atmósfera, está caracterizado principalmente por la gran cantidad de cráteres construidos por los impactos de otros astros colisionadores.

Los excelentes resultados en cuanto a presencia de oro en júpiter, condujeron al equipo científico y astrónomo a interesarse por sus satélites, ya que se podía deducir fácilmente, que el conjunto del planeta y sus lunas emana de un mismo origen y comparten un mismo tiempo de formación, con lo que la probabilidad de hallar oro también en sus lunas gana peso y fundamento.
Los principales satélites de júpiter son muy diferentes entre sí.
Ío, es un mundo volcánico con una renovación constante de su superficie y provisto de temperaturas no extremas, gracias al calor generado por las mareas que provocan Júpiter y Europa.
Europa, un mundo helado pero dotado de atmósfera y con presencia de océanos en estado líquido y con altas probabilidades a albergar vida.
Ganímedes, el satélite más grande de todo el sistema solar, compuesto por un núcleo de hierro cubierto de una corteza rocosa y de hielo.
Calisto, sin a penas atmósfera, está caracterizado principalmente por la gran cantidad de cráteres construidos por los impactos de otros astros colisionadores.
La promesa en manos de una luna

Así pues, Europa, ligeramente más pequeño que la Luna, está compuesto principalmente por silicatos, tiene una corteza de hielo de agua y un núcleo de hierro, níquel y oro. Cuenta con una tenue atmósfera compuesta de oxígeno, entre otros gases. Su superficie está estriada por grietas y rayas, mientras que los cráteres son relativamente raros. Existe un océano que se mantiene en forma líquida debajo de la espesa capa de hielo. Este satélite, considerado apto para la vida, se convierte en uno de los candidatos más apropiados para el destino de la misión principal.
La vida en este astro queda sustentada en un entorno similar al de los océanos de la Antártida.
¿Qué sorpresas deparará la futuro, si finalmente se decide como objetivo primordial enviar la misión tripulada a Europa?
Se acerca el momento de ir planificando la selección de un equipo altamente preparado para hipotética misión espacial: Misión Europa.
¡Hasta la semana que viene, curiosos!
Yesu
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